y mirar desde el alma.
Quitarse la pendeja costumbre de sentarse a ningunear esta hora.
Sé que te cansas, sé que te guardas cosas,
y que duele el frío de lo que se anhela.
Estar ahí constantemente se convierte en un silencio de hospital.
No se parece esto a la promesa que nos hicieran los sacerdotes,
los inspiradores, las señoras del barrio.
A veces me cuesta cerrar la frase, sacar la varita del sombrero.
No me llevo bien con los clichés de autoayuda,
pero siempre intento ayudarme.
Mas te vale que me des una sonrisa,
porque hoy no estoy para ensayos,
ni para demagogia metafísica
No hay comentarios:
Publicar un comentario