sábado, junio 21, 2014

Blues

Un bicho se instala en mi pecho,
carcome, arde, aletea cuando una séptima menor suena
con la navaja de las cuerdas de mi guitarra.

Se pelea con mis jugos gastrointestinales,
escribe versos en las paredes de mi estómago
y cuando se prenden las luces
se impulsa hacia la luz como si ahí hubiera algun padre que lo añora.

Y Ted Belly, Son House, Robert Johnnson, ríen como poetas.

Raya la locura esta canción de tres acordes
y este negrito que no puede mas de dolor
la canta como un rezo milagroso,
mordiendo su vino,
escurriendo por las callejuelas de Chicago city.

Delirio

Mando a asaltar tus tierras a una bandada de cuatreros y bandidos
que se envalentonan con agua ardiente,
para desnudarte 
y sentarte frente a mis ojos
como prisionera, 
como el relámpago y el trueno 
que me provoca impetuosa e incesantemente.

Me derrites la boca, 
las palmas de mis manos, 
las cientos de espaldas que tendría para tí
y siempre me convocas,
me torpedeas el recuerdo, 
tu imagen se mete obstinadamente 
cuando me planteo sobrevivir.

No creas que voy a tocarte sólo con mis manos,
que solo voy estar pendiente de tu santo y simétrico sudario
Voy a derramar en tí mi punto débil
mi fragilidad disfrazada de ormigón y pólvora,
que se encrustará en tu alma 
e intentará quedarse,
abrazándote, abrigándote, alimentándote.