que se envalentonan con agua ardiente,
para desnudarte
y sentarte frente a mis ojos
como prisionera,
como el relámpago y el trueno
que me provoca impetuosa e incesantemente.
Me derrites la boca,
las palmas de mis manos,
las cientos de espaldas que tendría para tí
y siempre me convocas,
me torpedeas el recuerdo,
tu imagen se mete obstinadamente
cuando me planteo sobrevivir.
No creas que voy a tocarte sólo con mis manos,
que solo voy estar pendiente de tu santo y simétrico sudario
Voy a derramar en tí mi punto débil
mi fragilidad disfrazada de ormigón y pólvora,
que se encrustará en tu alma
e intentará quedarse,
abrazándote, abrigándote, alimentándote.
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