sábado, mayo 10, 2008

Entregando

Gracias por llevarme de la mano hacia mi humildad,
por entregármela con tus blancas manos,
con tu misterioso silencio.

Gracias por hacerme mas fuerte,
por reirte conmigo, alguna vez, desde la espontaneidad.
Desde ahí
vuelas como una manada de mariposas subersivas
cómplices en la tarea de convertir la fé en realidad,
compinches risueñas que se avalanchan sobre mí
y me acuestan y me envuelven en tu santo sudario.

Tu via crucis, tu llorar interno,
tu procesión lastimosa,
me eleva en sus manos
hasta tocar el cielo,
me desintegro, me vuelvo arcilla,
ceniza volcánica del Chaitén
que nace y muere
para tener nuevamente la oportunidad
de darte de comer, abrazarte y mirarse en ti.

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